Confusiones sobre los cuentos, cuentos en sentido impropio

Mariano Cegarra. Socio de AICUENT.

Hay varios ejes de orientación, en lo que al territorio del cuento se refiere. Pero comenzaremos por algo muy sencillo, algo que tendría que ver con un primer intento de delimitación entre lo que es y no es un cuento. El asunto requiere acudir irremediablemente al paralelismo, a fin de permitir poner algo de luz en la cuestión, ya que por motivos obscuros la palabra “cuento” pareciera hacer correr un velo infranqueable a la razón... que da lugar a la aparición de gigantes, molinos, galgos y podencos varios. Delimitar lo que es un cuento no deja de ser como atrapar un pez con las manos... obscurum per obscurius, ignotum per ignotius. Pero hagamos algún intento, por lo menos atendiendo a criterios de exclusión e indicando lo que no es un cuento. Aún sabiendo que toda clasificación implica una malla rígida con la que intentar aprehender la realidad, la cual se nos va a escabullir, iniciamos el intento planteando tres preguntas categorizadoras.

¿En el ámbito de las creaciones audiovisuales, es lo mismo un documental que una película? ¿Regalarías a alguien un documental por error, pensando que es una película? La respuesta es no. Además, como acabamos de ver, en castellano disponemos de dos palabras distintas, que nos ayudan a distinguir entre un tipo de creación audiovisual y otro. Resulta sencillo, hasta aquí. Por cierto, antes de proseguir quiero señalar que generalmente se regalan más películas que documentales. Es curioso y extraño, con lo instructivos y didácticos que son estos últimos. Y además, como todo el mundo sabe, los canales de TV que emiten muchos documentales siempre han gozado de audiencias por encima de la media... Nótese la ironía, no muy fina, al respecto.

Y ahora viene la segunda pregunta, ¿En el ámbito de los libros, es lo mismo un libro de texto para primaria que una novela? ¿Se podría dar el caso de que en el próximo cumpleaños de tu hijo preadolescente te confundas y en vez de regalarle esa novela histórica tan de moda, acabes comprándole un libro de texto de Historia, para tercero de la ESO? No parece muy probable, aunque ambos libros versen sobre lo histórico. Observarás que en este caso también disponemos de dos palabras o expresiones que contribuyen a delimitar claramente ambos objetos, ya que tienen finalidades y usos diferentes: “novela”, por un lado, y “manual” o “libro de texto escolar” por el otro. Aunque tanto novelas como libros de texto puedan servir para formarse y aprender, los usamos de distinto modo... por cierto, en los cumpleaños la gente tiene la buena costumbre de regalar más obras literarias que libros de texto, afortunadamente para los homenajeados. Resulta curioso.

Chivos chivones.jpg

Ahora bien, ¿Podríamos llegar a confundir un libro escolar para niños de 0 a 6 años con un cuento ilustrado como, por ejemplo, “Chivos chivones”?… ¡Pues parece que sí!

Seguimos con las preguntas, ¿Habéis observado cómo los manuales de texto o libros escolares tienen más dibujos y menos texto conforme descendemos en edad? Parece lógico que así sea y sin duda el niño lo agradece. Ahora bien, ¿Podríamos llegar a confundir un libro escolar para niños de 0 a 6 años con un cuento?... ¡Pues parece que sí! Ambos tienen pocas palabras y muchos dibujos y pareciera que los adultos opinan que todo objeto de papel destinado a niños, si tiene muchos dibujos y pocas palabras, automática e indefectiblemente es un cuento. Nada más lejos de la realidad. Tenemos cuentos en sentido propio, como por ejemplo, “El pollo Pepe”, “El pequeño conejo blanco” o “Los chivos chivones”, sobre cuyas características hablaremos extensamente en otro momento y lugar. Y tenemos otros cuentos que lo son en sentido impropio, que en realidad constituyen una clase más de libros de texto, pensados para niños muy pequeños. Al llevar muchos dibujos y poco texto, el adulto los confunde con cuentos. Además, podemos observar que, en este caso, no disponemos de dos palabras o expresiones diferentes. Antes distinguíamos entre documental y película, y entre novela y libro de texto. Pero en lo que se refiere al universo infantil, vemos que a todo producto con muchos dibujos y poco texto se le llama “cuento”.

Pues no. Estos libros de texto que simulan ser cuentos, no lo son. Son libros escolares con muchos dibujos y pocas letras, el correlato natural de los manuales y los libros de texto que sí identificamos claramente como tales, y que se usan en Primaria, ESO y Bachillerato, etc. Son libros con muchos colores, dibujos e ilustraciones, dirigidos a un público infantil, cuya finalidad principal es didáctica. Son libros en cuya génesis se encuentra el propósito de educar, de transmitir a los niños un conocimiento concreto del mundo natural y social, y por tanto, enseñarles de forma evidente y tangible un contenido determinado. Ésa es la finalidad primera y fundamental de su existencia. Pueden transmitir contenidos tales como: los colores, los animales de la granja, las estaciones, los diversos tipos de vehículos, las normas sociales, los hábitos higiénicos, de alimentación, los nombres de las frutas, los números, lo que se come y lo que no se come, las conductas adecuadas socialmente, los tipos de instrumentos musicales, etc.

Es decir, estos libros tienen, sobre todo, un carácter “enciclopédico” y normativo. Y lo repito, no son cuentos. Así como una novela histórica no es lo mismo, ni de lejos, que un libro de texto para la asignatura de Historia en tercero de la ESO, resulta que no es lo mismo un cuento en sentido propio que uno en sentido impropio. Por cierto, quiero señalar que a los niños los atiborramos a esta última clase de libros, pero en cambio los adultos bien que nos cuidamos de regalar documentales y libros de texto para los cumpleaños o demás celebraciones en donde mostramos nuestro afecto a otra persona. Al menos eso dicen las estadísticas; y resulta curioso.

Como el amor de los niños por los cuentos es de sobra conocido, estos libros con imágenes simulan ser cuentos. En verdad son manuales ilustrados, ilustradísimos, y cuando están un poco elaborados porque el niño tiene algún añito más, como mucho podríamos llamarlos “relatos”. Relatos simples del tipo: “Hola, soy Nico. Desayuno por las mañanas. Me gusta vestirme. Comer con mi familia. Jugar con mis amigos en el parque. Y mi mamá me cuenta un cuento para dormir. Quiero mucho a mi mamá. ¡Oh!, qué cansado estoy. Ha sido un día muy largo. Buenas noches.” ¡Muy bien por los autores! Este puede ser el texto de un libro escolar para niños de 0 a 3 años, sobre algo así como “Educación para la ciudadanía o la vida práctica”. Para ello puede tener una utilidad estupenda, pero no es un cuento ni se puede considerar a su creador un escritor de cuentos. Por analogía con los libros de texto podríamos llamarlos “cuentos de texto”. Son libros que pretenden socializar al niño y brindarle información sobre su entorno. Sin duda, esta es una tarea loable e interesante, que tiene su espacio y su momento adecuado. Eso sí, un cuento es otra cosa mucho más rica, poderosa, trascendente y trascendental. Y de ello hablaremos, como hemos dicho, en otro momento y en éste u otro lugar.



Este artículo fue publicado originalmente en diciembre de 2018, en el número cuatro de la revista anual de AICUENT

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