Junto a la fuente (del Arenal)

Carmen Iglesias Iturralde

Terapeuta holística, profesora de Método Feldenkrais y cocinera. Coordinadora de Anatot Espacio Creativo en la isla de Gran Canaria.

La versión mas antigua del cuento al que alude el título de este artículo data de 1884, y fue recogida por el pedagogo y folclorista español Alejandro Guichot y Sierra. Sin embargo, para adentrarme en los significados de esta pequeña joya de la literatura oral, he preferido decantarme por la versión recogida en Cuentos al amor de la lumbre por Antonio Rodríguez Almodóvar. “La fuente del arenal” es un cuento de mirada interior, de crecimiento. Podemos comprenderlo como un paseo por las carencias personales y los aspectos sombríos de nuestra psique. Leyéndolo, recorremos junto a Tomasito, su protagonista, el camino que nos lleva a transformarlos.

Desde hace tiempo quería desarrollar el análisis de un cuento, y elegí uno que en aquél momento no conocía. Sólo me dejé llevar por la sonoridad del titulo. Fue algo mas tarde cuando descubrí que podía asociarlo con mi propio nombre. A mí me gusta que me llamen “Itur”, un diminutivo hecho a partir de mi apellido materno, Iturralde, cuyo significado es “junto a la fuente”. En aquél momento, cuando escogí el cuento, no lo tenía para nada presente. Fue como si nunca lo hubiera sabido. Cuando descubrí esta asociación me llené de curiosidad y se activó mi interés por penetrar en esta historia.

El título del cuento me sugiere emociones enfrentadas, duelos y batallas entre sentimientos profundos. De hecho, en las épocas de antaño, los arenales eran lugares de contiendas. El cuento presenta una configuración familiar cuyos protagonistas son un rey, una reina y un hijo llamado Tomasito. La suya es una familia metódica, conservadora, con su rutina establecida. “Todos los días van de paseo a la Fuente del Arenal”, leemos en la presentación de la trama. Esta cadencia vital hace que el tiempo parezca haberse quedado estacionado para ellos. A Tomasito lo describen como un niño, aunque ya tiene 14 años. Es un hijo apegado a su madre la reina, sobreprotegido. Su nombre viene del arameo y significa 'gemelos'. Aunque en el cuento aparece como un hijo único, podemos pensar que, tal vez, la pérdida del gemelo pueda ser el origen del abatimiento, la tristeza y la falta de energía de la reina. ¿Cuántas veces no se queda latente una perdida? Los paseos diarios a la fuente nos hablan de la necesidad de recuperar la vida. Jung señala, precisamente, que la necesidad de acercarse a la fuente surge principalmente cuando la fuerza vital se encuentra inhibida, cuando está agostada.

Jakes iturria (fuente para peregrinos del camino de Santiago) en el pueblo navarro de Amaiur, dentro del valle del Baztán.

Si seguimos leyendo, más adelante nos encontramos con un gesto de aprecio. “Una de las tardes que la reina no quiso ir al paseo, estando abiertos los capullos de rosas que había en el camino, el rey cogió una rosa blanca y se la llevo a la reina”. Luego se nos cuenta que la reina la guardó en una caja de guantes. ¿Cómo sería, para cada unos de nosotros, que guardaran en una caja de guantes la rosa que hemos regalado? En las cajas se guardan objetos frágiles, preciosos o incluso temibles... “A media noche, una voz femenina salió de la caja llamando al rey. Éste le pregunta a su esposa: “¿Eres tú quien me llama? Pero ella quiere seguir durmiendo.” La reina, por sí misma, ha elegido retirarse, su interés por la vida es leve. Y cuando la mente reconoce el deseo, la pasión sigue la voz que le llama. Es fácil encandilarse cuando hay carencias.

El cuento nos revela entonces que él “esperó a que la reina se durmiera”, que fue hasta la caja y que la abrió, y que de esta “salió una princesa a la que llamaban la Reina Rosa”. Ella lo quiere todo, no importa el precio. Le dice: “Ahora yo soy tu esposa, que bastante tiempo lo ha sido ya la otra. Mátala”. ¡Quítala de enmedio si quieres vivir! Este es el mensaje. Como explica Vladimir Propp, esta es la parte del cuento en que entra la agresora con su acción perpetradora, para cometer su fechoría. La agresora y suplantadora de la reina encarna la crueldad, la maldad, el egoísmo. Este personaje ocupa un lugar central en el alma del que escucha, representa un hito en la historia de la humanidad, desde Caín y Abel hasta nuestros días.

En los tiempos que corren nos gustaría que no hubiera madrastras, ni lobos, ni ogros, pero entonces no estaríamos en la tierra, estaríamos en un estado de ensoñación, alimentando una ilusión. Los enemigos, los “pinches tiranos”, los adversarios nos hablan sin contemplaciones y sin hipocresía; nos muestran esa parte oscura de nuestra esfera donde no llega el resplandor de la conciencia. Con la Reina Rosa entra un torrente de movilización, ella es la otra cara de la reina en disvalor. Representa el aspecto mental del alma femenina, la manifestación de un ánimus exacerbado. Él no quiere matarla, le da pena... mas elije seguir viviendo. “¿Y cómo lo haremos? —pregunta. —Yo la cojo por los pies y tú por la cabeza —dice la usurpadora.

Qué imagen tan gráfica. La reina pierde la verticalidad, la impostora le quita el soporte, la ubicación; el rey le arrebata la autoridad. Seguimos leyendo: “Y como él siente lastima, le saca los ojos guardándolos en su bolsillo y la echa al sótano.” El rey, ese mental que toca el mundo de las emociones y siente tristeza, se guarda ahora los ojos de ella en el bolsillo. Lo hace para proteger y salvar el principio vital de la reina. ¡Que sea lo menos malo!

Este rey nos presenta a un masculino débil, pusilánime, absorbido por su ánima. Subyugado pero entretenido en la alcoba, porque posiblemente esa sea la única manera de sentirse vivo. La reina queda relegada a las profundidades, la oscuridad y el aislamiento; y su voz llega hasta los suyos “con lamentos que vienen de debajo de la tierra”. Ella se encuentra en la cueva oscura donde tememos entrar, y allí es donde está nuestro tesoro. Nos lo dice Joseph Campbell. Es una imagen dolorosa del encierro, del viaje en solitario que realizamos durante los procesos de transformación espiritual, esos que conmueven el alma. Aquí se encuentra lo grandioso de lo humano. En un momento u otro todos pasamos por esta cueva, por la noche oscura del alma, como dicen los místicos. Este es el profundo invierno donde la vida queda relegada al interior, a la esfera de lo íntimo. La vida queda en suspenso, está gestándose la quintaesencia, para que cuando brote la nueva vida, ésta pueda ser más auténtica, más plena.

Entonces, “Tomasito, llorando, manda a la doncella que cuide de su madre”. La doncella de “La fuente del arenal” nos enseña la entrega, el compromiso y la lealtad. Aún con riesgo de perder su propia vida mantiene a la reina nutrida; gracias a ella su señora sobrevive a este encierro. ¿Cuánto espacio le damos a nuestra doncella interna, desde dónde le pedimos que nos cuide y cómo la gratificamos...? La trama ha ido avanzando y Tomasito tiene que ponerse a prueba. “Tráeme agua de la Fuente del Arenal”... La madre mala lo manda al peligro, lo lanza al mundo. Cuando vivimos situaciones como las que se describen en este cuento, sin maquillarlas, sin edulcorarlas, no es extraño pensar: "¿Cómo puedo enfrentarme a esta travesía que me obliga a salir del amparo y la seguridad? Esta es la clase de situaciones en las que nos sentimos solos, desprovistos de amor, de protección, vulnerables al mundo exterior, sin luz, sin claridad.

Fuente para beber coronada por querubines. En el bilbaíno parque de El Arenal, con plátanos y tilos dando sombra en un margen de la ría.

Tomasito coge un caballo y un jarro, y conectado con su instinto se pone en camino. Esta dispuesto a actuar y con la acción viene la solución. Y el cuento así lo muestra, porque cuando ya ha dejado bien atrás su casa, “sale al camino un anciano”. Y éste anciano, que tiene una aureola transpersonal, no precisa preguntarle a dónde va, porque ya sabe de él y ha aparecido para darle pautas. Su función es como la de un objeto mágico. ”No mires atrás aunque te encuentres ante un peligro inminente, sigue, sigue adelante sin pararte”. Mágicamente, en sincronía con su propio impulso, a Tomasito se le aparece en el camino un referente masculino, que le aporta sabiduría, trascendencia, que le indica cómo afrontar esas situaciones. Representa a un maestro, a un terapeuta, al padre de un amigo... a una autoridad amada. Todavía en ese período es necesaria una voz externa.

¿Y qué hizo Tomasito cuando llegó a la fuente? “Sin bajarse del caballo puso el pie en la pila y aunque las mujeres lo llamaban para entretenerlo, llenó su jarro de agua y siguió adelante sin mirar atrás”. Esta imagen irradia fortaleza. Y al evocarla no quiero olvidar la seguridad y el deseo de autonomía que transmite ese pie puesto en la fuente de la Vida. Al hacerlo recibe un baño de vigor, y cumple con el rito de paso que su edad le está pidiendo. Necesita hacerlo para renacer a su nuevo ser. Cuando Tomasito regresó al palacio “entregó el agua a la Reina Rosa”. Y a lo largo de aquellos días cruciales superó dos pruebas más. Fue obediente y cauteloso, satisfaciendo sin rechistar todos los mandatos de la tirana, hasta que llegó el momento de partir, porque ya no había espacio para él dentro del palacio. La casa se nos queda pequeña cuando damos un paso hacia adelante en nuestro crecimiento, cuando hemos avanzado hacia nuestra liberación. Con frecuencia seguimos empeñados en mantenernos apegados al como antes, pero el proceso de desarrollo sigue su camino y es la propia vida la que conspira, encontrando las forma de hacer que sigamos avanzando…

Y caminando, caminando, de nuevo aparece el anciano ante Tomasito. Es la voz de los tiempos, la imagen del encuentro mágico e inesperado que nos permite encontrar la salida de la encrucijada, salvar la vida con dignidad y acierto. Toda alma buena, si escucha, encuentra.

Tomasito ha encontrado en el anciano una voz sabia, el referente paterno que no ha tenido. Con ganas o sin ellas necesita conocer el mundo y atravesarlo, adquirir el valor de reconocer su nombre, su identidad y defenderlo. “El anciano, pasándole la mano por la cara lo disfrazó de ángel para entrar al castillo”. Ahora Tomasito demuestra que ya conoce el mundo, que acepta las reglas del juego. Sólo así podrá enfrentar los peligros, porque dentro del castillo se encuentran las hermanas de la Reina Rosa. “Yo te dejaré en el castillo unas dos horas —le dice el anciano. Ellas te lo van a enseñar todo... excepto una habitación que esta cerrada; porfía tú por verla y cuando estés dentro haz lo que quieras”.

La voz de la sabiduría también advierte al muchacho que hay un tiempo limitado para estar en el mundo de los peligros; un tiempo para entrar y salir, para explorar y arriesgarse. Le enseña a utilizar estrategias para vencer, le enseña a practicar el engaño, ocultando su identidad hasta que llegue el momento. “Estamos esperando a Tomasito para matarlo, ¿tú quieres verlo? —dijeron las dos mujeres. Yo sí —contestó Tomasito.” Ellas no lo reconocieron y después de recorrer la casa por fin llegaron a la habitación cerrada; y Tomasito tuvo el temple para porfiar hasta que lo dejaron entrar. Aquella habitación “estaba llena de paños negros y dentro también había tres velas encendidas. Son nuestras vidas —dijeron las hermanas de la Reina Rosa—, y cuando se apaguen las velas, nuestras vidas concluirán”. En este momento Tomasito ha llegado al núcleo. Se encuentra ante el reto de manifestar su identidad y para enfrentarse con todo su espíritu a la intención oscura, tiene que expresarse con una determinación clara, precisa. “Yo soy Tomasito —dijo el muchacho. Y dándoles un soplo, las apagó, muriéndose las dos mujeres”.

Fuente de Foncalada, en Oviedo. Un ejemplo único de obra civil construida en la Alta Edad Media con fines de utilidad pública.

El cuento nos dice que su tarea no ha concluido aún. “Luego cogió la tercera vela que estaba encendida y con el anciano fueron a palacio”. Conocemos ese error recurrente de sentirnos con derechos sobre los más íntimos, y tomar decisiones por ellos sin tener en cuenta que esa no es nuestra vida, que no nos corresponde hacerlo. Aquí, Tomasito ha aprendido a resposabilizarse de lo suyo y a dejar que su padre también lo haga, tomando sus propias decisiones. “¿Qué vida quiere salvar usted, la de mi madre o la de esa mujer? Quiero la de tu madre —dijo el rey. Entonces el rey sopló la vela y la Reina Rosa estalló y desapareció. Los agresores han sido vencidos y ahora sólo queda reparar el daño causado. Fue el anciano quien tomó los ojos de la reina y le devolvió la vista y la conciencia. A continuación el rey se puso de rodillas y pidió perdón a la reina. Se atribuye a Shakespeare la siguiente cita: “El perdón cae como lluvia suave desde el cielo a la tierra. Es dos veces bendito. Bendice al que lo da y al que lo recibe”. El ser supremo estaba inclinando la corona...

En algunas versiones del cuento es el rey a quien se atribuye la siguiente frase, y en otras a la reina: “y dijo que él no había tenido la culpa de lo que pasó”. Si lo dice el rey, entenderemos que él no se siente culpable. Y si es ella quien lo dice, entenderíamos que no siente deseos de culparle. Como vemos, este cuento también nos da la oportunidad de reflexionar sobre cómo manejamos la culpa en nuestros conflictos. “Gratificaron muy bien a la doncella, el anciano se fue y todos quedaron felices y contentos”. Y así termina nuestro cuento. Al adentrarme en él he podido viajar, atravesando las fronteras de mis prejuicios. Mi intención ha sido escuchar a cada personaje con el corazón.




































































































































































































































































































































































































































































































































































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