El legado de los ancianos en los cuentos

Lorenzo A. Hernández Pallarés

Creador de la Cuentoterapia y presidente de AICUENT.

1. La inversión de una polaridad en la pirámide poblacional: el niño como un bien escaso y el viejo como alguien que sobra

Se está produciendo una inversión en la pirámide de población, que comenzó en las sociedades capitalistas occidentales pero que se está generalizando en todo el mundo. Consiste en la subida del porcentaje de ancianos debida a la baja mortalidad de los niños y, sobre todo, al aumento de la esperanza de vida en este sector de la población. Este escenario representa un reto para la estructura social actual, ya que hemos pasado de una esperanza de vida de menos de 60 años, a mitad del siglo pasado, a una esperanza de vida de más de 82 años.

Por el contrario, los niños, que antes eran muchos por familia, empiezan a decrecer en número, tanto que la tasa de natalidad se ha reducido casi un cuarto; si antes las familias tenían varios hijos ahora tienen uno o dos. Esto da lugar a que haya muchos adultos para pocos niños. Y a veces, esta inversión de la pirámide poblacional produce una sobreprotección y una infantilización; una falta de normas en niños y adolescentes, que hace bueno el refrán de “en los tiempos que andan, los hijos mandan”.

La forma en que nos adaptemos a esta nueva realidad afectará el al papel que desempeñe el anciano, no solo en el presente, sino sobre todo, en las próximas generaciones.

El anciano, que antes era un bien escaso, alguien que ayudaba a sustentar el cuidado y la educación de los niños y los adolescentes con su sabiduría y su experiencia, y con su deseo de seguir siendo útil para hijos y nietos, se va viendo desplazado por múltiples motivos. Uno se encuentra en los procesos migratorios hacia las ciudades, donde ellos se ven desenraizados de su cultura y sus conocimientos; y si son los hijos quienes se van del entorno rural o del pueblo, dejan a los abuelos sin función de cuidadores. Por otro lado, la irrupción de la educación pública, con la escolarización en colegios y guarderías cada vez en edades más tempranas, también les quita a los ancianos esa función educadora o protectora que antes jugaban. La consecuencia es que la familia se va desestructurando y perdiendo el valor de la ayuda mutua. Por otra parte, muchos medios de comunicación les hacen ser vistos como los culpables que provocarán la quiebra del sistema público de pensiones.

Los ancianos están pasando de ser vistos con respeto, como fuente de ayuda útil y de sabiduría, a ser percibidos casi como un estorbo; poniendo de actualidad el refrán que dice “parientes y trastos viejos, pocos y lejos”.

Velázquez. “Vieja friendo huevos“.

Lo cierto es que se pinta un escenario muy negativo, casi desolador, si consideramos el significado que adquiere, en el inconsciente colectivo de nuestras sociedades, tener una población cada vez más envejecida. Nos hemos vuelto cada vez más egoístas y hemos puesto en manos de los poderes públicos la gestión de la ancianidad, una labor que antes era asumida por el entorno personal o familiar. No digo que no se deban tomar medidas sociales, solo digo que estas no son las únicas a tomar. Pienso en alternativas como las que propone la doctora Laura Carstensen experta en envejecimiento. Ella nos dice que: «si tenemos una gran población de personas mayores, emocionalmente estable, informada y relativamente saludable, sin duda que es buen recurso.»

Es cierto que siempre ha existido una dicotomía en la forma de ver o vivir la ancianidad, y también la veremos más adelante, reflejada en los cuentos. La ancianidad es vista como fuente de sabiduría y prestigio o como una etapa decrépita de la vida y repleta de sufrimiento y enfermedad. Si bien sus cuerpos podrán estar más frágiles, su experiencia representa un océano de sabiduría que puede guiar a las generaciones más jóvenes. Ellos y ellas son fundamentales a la hora de transmitir a los más jóvenes valores culturales, como guardianes que son de un patrimonio cultural y social, nos dice la Doctora Carstensen. Ella nos recuerda que hacer el entorno de la tercera edad más inclusivo debería ser una preocupación de todos, y que todos nos veríamos beneficiados por ello, como se ve en muchos de nuestros cuentos populares.

2. El cuidado de los padres en los cuentos populares: la luz y la sombra en las figuras de ancianidad

2.1 Simbolismos del padre o del rey en los cuentos maravillosos

En los cuentos maravillosos, la representación de la parte mental y de la autoridad familiar va a estar asociada, en la vida real, a las disputas por la herencia. Estas narraciones también nos hablan de los problemas que se generan no sólo por el reparto de la herencia material, si no de los afectos, de quién es el querido o elegido. Sucede como en el cuento del gato con botas, en que al más pequeño le toca un simple gato. Aunque luego se va a ver que, en los cuentos, nada es lo que parece.

Rembrandt. Autorretrato de 1659, con unos 53 años.

También, en los cuentos veremos las discusiones sobre a quién toca el cuidado de los padres ancianos o enfermos, pues no había una sociedad del bienestar como la actual, en Occidente, con su sistema de seguridad social, con residencias para la tercera edad, sino un estado de pobreza. Aparejados a los cuentos, estos valores campesinos o de las sociedades rurales no evolucionadas aparecen en refranes tales como “La hija y la heredad, para la ancianidad”; o bien, en el de “Si tienes hijas, comerás huevos”. Estos conflictos sobre quién ha de cuidar a los viejos en la familia aparecen, por ejemplo, en el cuento “Las tres maravillas del mundo”, donde los tres hijos han de marchar para sanar al padre enfermo; o bien en “La flor del lililá”, en que el padre está quedándose ciego y la búsqueda de una cura va a producir la rivalidad entre los hermanos, que llevará al asesinato del pequeño. Casi siempre, en estos cuentos aparece el motivo de la flor sanadora, una flor como las usadas en el curanderismo, que cura por magia simpática, pues se cree que el olor y aroma profundo de las flores va a alejar la pestilencia y, con ello, la enfermedad. En otros cuentos, el motivo cambia y es un agua maravillosa la que sana, pues el agua limpia las impurezas causantes de las enfermedades. El remedio también es el agua en ese cuento donde el pie es la parte del cuerpo que el padre tiene enferma, y sus hijos han de ir al pozo del fin del mundo para traerla. En algunas versiones italianas, es con la pluma de un pavo real con lo que se cura la ceguera del padre, quizás porque la cola del pavo real y sus ocelos nos recuerdan a Argos, el vigilante de los cien ojos. En esta clase de cuentos, a veces, los hermanos mayores se quedan en la posada de los placeres o en lugares de juego, o en casas donde pasan el tiempo con mujeres. Se olvidan de ayudar al padre y solo el más pequeño lo hace.

En todos estos cuentos vemos un hilo argumental común, que es la enfermedad de los padres. El egoísmo de estos personajes representan la parte egoica mental y a veces autoritaria de muchos padres, que va a dar lugar a la rivalidad y el egoísmo de alguno de sus hijos porque, como dice el refrán: “de tal palo tal astilla”. Los cuentos, en cambio, con su desenlace en favor del hijo generoso –normalmente el pequeño–, quieren poner hincapié en que “los cuidados del padre enfermo han de realizarse más por amor que por el deseo de recibir herencia”, como dice Xose Ramón Mariño Ferro en su libro Los cuentos maravillosos: realismo mágico (editorial Ronsel, Barcelona, 2004).

En la polaridad antes planteada, la ancianidad sana es representada por el Mago. Esos padres carentes que solo buscan ser ayudados y no ayudar, son devoradores de hijos y entroncan más con Cronos y Urano y entran en el molde del viejo estúpido. No quiero, con este artículo, mitificar o mistificar a los ancianos, si no mostrar su polaridad de luz y sombra; y hacerlo sabiendo que, si una sociedad cuida a sus ancianos, estos darán más luz. Si no, veremos repetirse el drama que se dio durante la pandemia de COVID, cuando muchos de estos ancianos fueron relegados y olvidados, sobre todo los que estaban internados en residencias mal gestionadas. Fueron comidos por una sociedad de consumo que los olvidaba y ni siquiera los mandaba a hospitales, pues se consideró que si no se hacía esto, saturarían el sistema sanitario. Y por eso no se les dio protección. Aquí, es el sistema el que devora a los que no le resultan útiles. Recordemos el cuento de los músicos de Bremen, o”Los animales inútiles”, en la versión ibérica. Lo que hacemos con los ancianos repercutirá, como dice el refrán, en lo que nuestros hijos o las generaciones futuras harán con nosotros. Los niños van a aprender de los cuentos pero, sobre todo de nuestro ejemplo, cuál es el camino a seguir para con las generaciones futuras. Del refranero hemos olvidado ese refrán con sabiduría que dice: “amor de padres, que todo lo demás…. es aire”.

2.2 Las figuras de la ancianidad protectora: hadas y magos como represtanciones de la sabiduría del instinto en los cuentos.

Contraponiéndose a los padres autoritarios o egoístas, van a aparecer en nuestros cuentos otras figuras que representan la sabiduría y la generosidad. Son los ancianos que ofrecen al héroe o heroína su ayuda de forma desinteresada y sin mercantilismos. Ellos y ellas conceden sus dones sin pedir nada a cambio, siempre y cuando éstos demuestren que poseen las tres virtudes que destaca Vladimir Propp, como propias de los héroes de los cuentos: El coraje, la sabiduría y, sobre todo, la generosidad.

Rembrandt. Autorretrato de 1661, como San Pablo.

Estos actantes se identifican como “donantes”, siendo éste uno de los siete roles que se encuentran en los cuentos de hadas. Antes de dar al héroe apoyo o consejo mágico, el donante también puede poner a prueba al héroe, interrogándolo, encomendándole tareas o haciéndole peticiones. En los cuentos, esta función suele ser desempeñada por ancianos, que en su faceta femenina son en su Hadas madrinas y en la masculina, viejos Magos. Los donantes también pueden ser animales que hablan o el espíritu de la madre o padre muerto. Su origen primordial se inspira en la figura de las madrinas o los padrinos de bautismo, que por amistad y afecto con los padres de un bebé, se comprometen a quererlo, cuidarlo y proporcionarle todo lo que necesitase, en caso de éstos faltar.

2.2.1. El arquetipo del Hada y la abuela sabia. Las voces de la experiencia.

Estas Hadas madrinas constituyen una de las figuras características o más representativas de los cuentos, hasta el punto de que en el mundo anglosajón se llama “cuentos de hadas” a todos aquellos en los que aparece una figura protectora dotada de un poder mágico. Generalmente, es representada por una mujer mayor, sabia e independiente, que suele llevar consigo, en los cuentos centroeuropeos, una varita mágica, con la que conjura hechizos que hacen realidad los sueños de sus protegidos. En cambio, en la península ibérica este personaje no es tan sofisticado, porque es representado por una viejecica…. una abuelica con su pañuelo y un delantal con múltiples bolsillos. Tiene, pues, una apariencia humilde, y no suele donar objetos mágicos, aunque sí lo haga a veces. Nuestras viejecicas dan consejos, buenos consejos. Este es precisamente el centro neurálgico, en la identificación del papel que tienen los ancianos en nuestros cuentos populares. Como también sucede con el arquetipo masculino del viejo Mago, estas consejeras encarnan la voz de la experiencia. Ellos y ellas son los grandes ayudadores, pues invitan a vivir experiencias y a no dejarse arrastrar por las pasiones, si no a quedarse con los buenos pensamientos y cultivar las buenas emociones. En algunas versiones ibéricas muy cristianizadas, estos personajes femeninos, que originalmente representaban a Sofía (alegoría de la sabiduría) son reemplazados por la figura de la Virgen María. Quizás se hizo para huir de la Inquisición. Los arquetipos masculinos correspondientes serán cambiados por San Pedro o por el propio Jesucristo.

¿De donde vienen estas figuras femeninas mágicas? Probablemente estén también emparentadas y mestizadas con seres de la mitología greco-romana como las ninfas, náyades, nereidas, o con las ondinas de tradiciones nórdicas. También se inspiran en las curanderas de la tradición celta, conocedoras de las hierbas y de los secretos del bosque; ellas son como esas abuelas nuestras o las ancianas que nos han cuidado y sanado con sus pócimas, platos, remedios y cuentos durante generaciones. Todos ellas seres sutiles protectores de las esferas feéricas de la naturaleza primordial, guardianas de la fantasía y de la sanación, tanto espiritual como emocional y psíquica, que se relacionan con el niño mágico simbólico representado por los héroes y heroínas protagonistas de nuestros cuentos maravillosos.

2.2.2. El arquetipo del viejo sabio y el Mago: el Senex junguiano

Rembrandt. Autorretrato de 1662, con unos 56 años.

Esta es la forma masculina, como decíamos antes, del arquetipo de transformación mágico. Para Jung, se encuentra en el viejo sabio, el anciano bondadoso y protector, “El Senex”, que significa en latín 'hombre viejo', pues este personaje representa el arquetipo del anciano, el sentido común. En la literatura medieval en lenguas romances, en los mitos y leyendas, este arquetipo es representado por el Mago. Como decíamos sobre el Hada, el Mago está emparentado con la figura del hechicero en el mundo celta, y es un ser que ilumina con su bastón y con su luz toda nuestra confusión y desorientación. Es también el chamán de las culturas primitivas, un psicopompo o conductor de almas. En algunos cuentos es representado por el Pastor, como en “Estrellita de oro y rabo de burro”. Allí, son el viejo pastor y su mujer los que devuelven la vida a la protagonista y la sanan, salvándola de la madrastra que, como dice el refrán, “con el nombre basta”. Este clase de personaje utiliza su experiencia personal, su conocimiento acerca de la gente y del mundo, adquirido con los años, para ayudarse a contar historias y ofrecer orientación. De una manera mística puede impresionar a su audiencia, al mostrarles quiénes son y en qué se convertirán, actuando de este modo como un mentor, un guía, un maestro del camino de la vida. Es un personaje que aparece en cuentos como “La reina de la Rosa”, también conocido como “La Fuente del Arenal”. También encontramos a un anciano ayudando al héroe en “El agua amarilla” o en “La viuda del bandido” o “La Fuente de Hungría”, siendo un arquetipo que se repite y pone siempre el sentido común en todo lo que hace y dice.

Este Mago es, pues, junto al Hada un arquetipo de ancianidad bien llevada, que cumple con su papel social de crear un círculo de sabiduría; lo contrario a muchos de nuestros dirigentes actuales, que con su narcisismo nos recuerdan al opuesto enantiodrómico del viejo sabio, que es el arquetipo piterpaniano del “Puer aeternus”. Este 'niño eterno' también está representado por todo el negocio de la imagen que nos lleva a recurrir a la cirugía estética; el sinsentido de una sociedad que no siente con orgullo sus canas ni su experiencia, si no que quiere parecer joven eternamente. Actúan como la vieja del sombrero de flores en “La reina de las nieves”, de Andersen. Ellos y ellas se convierten en un esperpento de la ancianidad, pues ser un 'niño eterno' lleva a no querer asumir lo que uno es ni a ver la belleza de todo lo que uno puede dar al mundo. Los años van pasando y justamente por eso se adquieren vivencias y experiencias de las que brotarán los consejos a compartir con los héroes y heroínas de las nuevas generaciones; personas jóvenes que están huérfanas de padres, huérfanas de compañía y de la seguridad que dan los arquetipos de sabiduría.

Este personaje sabio del que venimos hablando esta entroncado con la figura del Mago Merlín, el de la leyenda artúrica. El ermitaño, uno de los arcanos mayores del Tarot, también constituye una expresión de ese arquetipo. Para Jung, el arquetipo del Senex puede tomar dos formas, el Senex iratus, que se opone al amor de los jóvenes; es el amargado –diría yo– que siempre piensa que tiempos pasados fueron mejores y que los jóvenes de ahora están degradándose… todos los jóvenes; y ése es su error. Y hay otro Senex que no está en contra de la juventud, sino que es un guía, como decíamos antes, que ha superado sus pasiones y conseguido su individuación completa. “El «anciano sabio» aparece en sueños como mago, médico, sacerdote, maestro, profesor, abuelo o como cualquier persona dotada de autoridad. El arquetipo del espíritu en figura de hombre, de gnomo o de animal se presenta en situaciones en que haría falta visión de las cosas, comprensión, buen consejo, decisión, previsión, etc., pero no se puede conseguir por propios medios. El arquetipo compensa ese estado de carencia espiritual con contenidos que rellenan el espacio vacío.”, escribe Carl Gustav Jung.

Este es el arquetipo deseable en un anciano, el carácter que hay que desarrollar en la vida, tal y como nos apunta James Hillman en su libro La fuerza del Carácter.

3. Características de los ancianos y sabiduría del refranero

Hemos de recuperar para nuestra sociedad el papel primordial que tienen los ancianos como conformadores del círculo de la experiencia y la sabiduría, y hemos de recoger el legado de los cuentos maravillosos, del que ellos son su exponente y sus transmisores. Hay que escucharles, pues, como dice el refrán: “Casa sin madre, rio sin cauce”. Hemos de confiar en que ellos y ellas sean los depositarios de una sabiduría sobre las relaciones, sobre los ecosistemas y sobre la sostenibilidad de nuestro mundo natural. También nos pueden ayudar con sus historias de vida y sobre la vida. Recordemos el refrán de que “más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Y este otro: “al viejo y al bancal, todo lo que le puedas sacar”.

Rembrandt. Autorretrato de 1669, año de su muerte.

La sabiduría de los ancianos pueden darnos una visión de la vida según la cual las cosas no son blancas o negras, pues ellos han aprendido de los momentos claves e impactantes, momentos inolvidables que pueden luego compartir con las nuevas generaciones. Ellos y ellas pueden compartir sus experiencias acerca de la vida, el amor y la muerte. Podemos aprender de sus historias, llenas de tristeza y dureza, pero también de felicidad y comprensión. Su visión del amor, matizada por los años, es más auténtica. Con ellos se aprende a amar, ya que, como dice Alice Walker, “a medida que envejezco, me doy cuenta de que lo que más valoro es un buen corazón”.

Necesitamos aprender de sus vivencias y de su visión sobre la enfermedad y la muerte. Por cierto, también tenemos cuentos tradicionales que nos ofrecen experiencias de vejez, como “El peral de la tia miseria”. En definitiva, los cuentos tienen personajes de ancianidad que nos ayudan a aprender de las experiencias de otros.

En estos momentos en los que experimento mi propia jubilación me planteo el papel de la ancianidad, y como siempre, los cuentos son un referente que me ayuda a recibir y entender la sabiduría de nuestros ancestros.




















































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































Anterior
Anterior

Pie de foto (XX)

Siguiente
Siguiente

Pie de foto (XIX)