El patito feo: el hechizo de la fealdad y la trascendencia del cisne

Malen Álvarez Ruiz

Profesora universitaria, tallerista y terapeuta. Ha elaborado un material de coeducación basada en cuentos llamado Cuidar es otra historia.



Nada importa nacer en un gallinero cuando se sale de un huevo de cisne (H.C. Andersen)

“El patito feo” es un cuento escrito por H.C. Andersen en 1843. Siendo un cuento de autor, ha pasado al imaginario colectivo como representación de los procesos de exclusión, exilio y resiliencia. Ha generado numerosas adaptaciones, reproducciones e inspiración para canciones, obras de teatro, películas de dibujos animados y series de TV. Es también una invitación a la compasión por el sufrimiento de los injustamente despreciados. ¿Y es algo más? ¿Qué puede aportarnos una aproximación simbólica a este relato?.

Mi interés por el patito feo es muy antiguo. Aunque tal vez deba decir que mi empatía con el patito es lo más antiguo, y el interés vino después. “El patito feo” es el cuento con el que aprendí a leer, el que me regaló las alas de la lectura y me abrió la libertad de ese inmenso mundo de la ficción narrativa. Me hizo sentir compasión, llorar y estremecerme; y, probablemente, con él tuve la primera experiencia de identificación con el personaje. Esta es una de las propiedades de este cuento: invoca a la parte desvalida, rechazada y exiliada de la experiencia humana, y atraviesa ese camino con perseverancia para llegar a una conclusión feliz. Cuando me he acercado a él de adulta he descubierto que además nos aporta un proceso sistémico, un análisis sociológico de la creación del hechizo, un itinerario de resiliencia y una conclusión que va más allá de la superación personal, hacia la dimensión trascendente.

¿Qué sabe la mayor parte de la gente sobre el patito feo? Que era feo y torpe. Que sufrió mucho. Que tuvo que marcharse. Que nadie le quería. Y que finalmente embelleció y se convirtió en cisne. De la complejidad del cuento original quedan los trazos principales, los que han permitido alguna identificación (puesto que es habitual haber vivido en algún momento del proceso evolutivo la sensación de torpeza, inadecuación y rechazo). Y, por supuesto, la conclusión: en realidad el patito feo era un cisne y cuando madura adquiere su plena condición de criatura bella y amable.

Pero ¿por qué era feo el patito? ¿Era realmente feo? ¿Qué le hizo exiliarse de su hogar? ¿Qué sentía su madre? ¿Qué le paso hasta que se convirtió en cisne? ¿Y cómo fue esa conversión? ¿Qué significa que el pato feo se convierta en cisne, si ya era un cisne desde el principio? Avanzaremos a través de estas preguntas, intentando esclarecer qué significa o en qué puede iluminarnos esta historia.

Dimensión formal: “El patito feo” como cuento de autor

La historia del patito feo fue creación de Andersen y se publicó en 1843 como libro acompañado de ilustraciones (grabados). Muchos análisis coinciden en señalar la proyección biográfica del autor; aparecen cisnes en varios cuentos de Andersen, siempre asociados a la belleza, la elegancia y un nivel superior de existencia. Y parece claro que de alguna manera se relataba a sí mismo en la historia de este polluelo rechazado que finalmente alcanza reconocimiento sin orgullo y una vida feliz e integrada. ¿Cuán realista era esta proyección?. A pesar de su elogio de la humildad, parece que Andersen era un personaje engreído, con dificultades para las relaciones afectivas, y cuyo anhelo de reconocimiento se vio sólo parcialmente colmado a través de su éxito con los cuentos. De alguna manera el patito feo refleja lo que él podía desear para sí mismo, más que lo realmente alcanzado. Ana María Matute, fina analista de la biografía y obra de este autor, así lo señala: “fue sin duda un redomado embustero, al que apasionaban las sombras chinescas, todo escamoteo aparente de la realidad. Porque su realidad fue siempre otra1”. Esto, respecto al autor. Aquello que hubiera deseado para sí mismo, llegar a ser el cisne más bello del jardín. Una proyección con la que cualquiera puede identificarse, ¿verdad?

En cuanto al relato, pertenece a la época de consolidación del cuento literario. A lo largo del siglo XIX, además de las recopilaciones de cuentos tradicionales que llevan a cabo varios autores europeos, hay una gran producción de cuentos escritos. En muchos de ellos aparecen elementos propios de la tradición oral, pero los protagonistas adquieren relieve y desarrollo, con una nueva atención a su proceso subjetivo, a su identidad individual. Así ocurre con este patito. La historia es la historia de su proceso, de su mundo interno, no tanto de sus acciones. Estamos ante otro tipo de héroe. Utilizando un concepto de C. Naranjo, el patito feo es un personaje que se aproxima al “niño divino2”; el cuento se centra más en su ser que en su hacer, no lleva a cabo grandes hazañas de superación, y aunque comparte con los héroes la salida de su mundo originario y el viaje por lo exterior, lo hace de manera involuntaria, traumática y poco exitosa en términos de logro personal. El patito siente, siente con mucha fuerza el rechazo y el dolor de su fealdad, pero también siente con toda claridad que él es una criatura del agua y que anhela aproximarse a los cisnes; y es esta fidelidad inconsciente a sí mismo (y no tanto la capacidad de superar de pruebas) la que le sostendrá en el invierno y le permitirá alcanzar el momento de transformación.

Dimensión narrativa: un relato de exilio y resiliencia

Vamos ahora con la parte más visible, si bien poco conocida de este cuento: lo que pasa en la historia del patito, cómo se desarrolla su proceso. En este apartado me nutro de las ideas sobre resiliencia de B. Cyrulnik3 y el análisis del cuento como relato de exilio de C. Pínkola Estés4.

Los pollitos de cisne no son feos; tienen el plumaje gris al nacer, a diferencia de los pollitos de pato, y un tamaño un poco mayor, pero sería difícil verlos realmente feos. En el cuento de Andersen se explica muy bien cómo ocurre el hechizo de la fealdad: desde antes de nacer, ya el huevo de este patito ha sido diferente, y esa diferencia ha despertado sospechas. Una pata que viene de visita al nido mientras la mamá lo está empollando le advierte en contra de ese huevo y le aconseja que lo abandone. Tarda más que los otros en romper el cascarón; y su diferencia salta a la vista desde el principio. Aun así, su madre cree en el valor del pollito: es macho, no le hará falta ser hermoso, sabe nadar y aprende lo mismo que los otros. Sin embargo, el contexto inmediato (los animales de la granja) rechaza al pollito extraño desde el principio. No aprecian mucho más a los otros patitos (“menuda chusma nos llega”), pero con el patito se ensaña toda la granja, incluidos sus hermanos, que le insultan y agreden. La madre no tiene suficiente soporte para defenderle: el padre está ausente (“menudo bribón, nunca viene a visitarme”), no hay otras madres patas con las que hacer tribu, y las viejas patas son exigentes. La madre pata, dividida entre proteger a su hijo y mantener su lugar entre los demás animales, claudica: “¡Ojalá no estuviera aquí!”. Finalmente el patito no puede soportar el maltrato y se marcha solo fuera de la granja. Para entonces, el daño ya está hecho; la reiteración del mensaje “eres diferente, eres feo” y la agresión permanente han hecho que el patito interiorice el hechizo. A partir de ese momento, todo lo que le pasa lo achaca a su defecto: “¡Es por lo feo que soy!”. Y se siente obligado a hacer una vida en el exilio. En este proceso vive varios episodios:

  1. El encuentro con lo salvaje: el patito conoce primero a unos patos salvajes y luego a unos gansos. Los primeros le ven feo, pero le aceptan “con tal de que no te cases con ninguno de nuestra familia”. En este encuentro el patito está demasiado deprimido y solo aspira a descansar y beber agua de la ciénaga. Los gansos le aprecian por ser feo, pero son abatidos por una partida de caza, y caen muertos al agua. Los perros de los cazadores llegan a la ciénaga, pero no muerden al patito, que de nuevo exclama: “¡soy tan feo que ni los perros quieren morderme!”. El trauma de estos episodios lo inmoviliza durante un tiempo, y después de nuevo huye.

  2. La falsa acogida: empieza a hacer frío, el patito busca refugio. Se cuela en una casa destartalada en la que viven una vieja miope, un gato y una gallina. La vieja espera que ponga huevos, cosa que naturalmente no sucede. El gato y la gallina solo admiten su propio modo de vida (arquear el lomo, ronronear y echar chispas; y poner huevos, respectivamente) e importunan al patito porque no lo cumple. El patito desea ir a sumergirse en el agua, y los otros animales le censuran e insultan. “Y el patito se fue, nadó por el agua, se zambulló, pero todos los animales lo despreciaban por su fealdad”.

  3. El reconocimiento del anhelo del alma: en medio del otoño que avanza, un día el patito ve cómo una bandada de cisnes alza el vuelo para migrar a zonas cálidas. El patito siente algo que le sobrecoge y no sabe nombrar, y un extraño grito sale de su garganta. “No sabía cómo se llamaban aquellos pájaros, ni adónde volaban, pero los amaba como jamás había amado a nadie”. Ha reconocido a su especie, pero no puede darse cuenta de ello. Sin embargo, su anhelo es claro y persistente.

  4. El hielo y el rescate: el agua del estanque se va congelando hasta que el patito queda atrapado en él. Un granjero lo saca del hielo y lo lleva a casa para reanimarlo, pero el patito se asusta de los hijos del granjero, vuela alocadamente, tira al suelo la mantequilla y la harina, y sale huyendo de nuevo al frío del invierno. No puede recibir esta ayuda sino con torpeza, y eso le hace perder la oportunidad.

  5. El renacimiento: a pesar de los muchos sufrimientos que padece, el patito llega vivo a la primavera. Sus alas son más fuertes, y con la llegada del calor vuela hacia el lugar donde están los cisnes. Y entonces llega un momento estremecedor. El patito, que no quiere volver a vivir una vida de rechazo y sufrimiento, se aproxima a los cisnes esperando que ellos lo castiguen por ser tan feo. “Me destrozarán con sus picos, porque yo, que soy tan feo, tengo la osadía de acercarme a ellos. ¡Pero no me importa!”. Es mejor eso que la vida que ha conocido. Y el patito se acerca a los cisnes, inclina el cuello ante ellos y dice: “¡Matadme!”.

Este es el momento de la rendición. El patito ha sobrevivido al invierno, se ha mantenido vivo, pero sigue preso del hechizo de la fealdad. Acepta su condición monstruosa y también acepta su amor por esas criaturas desconocidas y familiares a un tiempo. Inclina su cuello y pide la muerte: “matadme”. Entonces ve su imagen reflejada en el agua. Se ve a sí mismo por primera vez. Se reconoce. Y es un cisne.

Dimensión simbólica: el pato, el cisne y la trascendencia

¿Qué es un cisne, o qué significados invoca?. Simbólicamente cisnes, patos, ocas, gansos y ánsares son equivalentes. Es decir, se considera que representan los mismos significados. Aquí hay un primer asombro: lo que en este cuento se narra como una diferencia sustancial (no es un pato, es un cisne) simbólicamente no existe. Más bien podemos decir que el cisne es un nivel superior, una vibración más elevada, de la misma identidad. Un estado de mayor conciencia.

El pato es un animal ruidoso que camina ladeándose; en el lenguaje popular, expresa torpeza (“ser patoso”). Sin embargo, simbólicamente, el pato, al igual que el cisne, está asociado a otros significados:

Sol, luz, espíritu y creación: Estas aves son los animales primigenios asociados al origen del mundo en tradiciones muy antiguas, como la egipcia, la hindú y la griega. Representan estados superiores del ser, y están relacionados con el sol y la luz del día (aunque en algunas tradiciones también se vinculan con la noche). También se relacionan con la palabra creadora; el canto del cisne, que es deseo, anhelo, expresa esta relación. En nuestra historia, una perversión de la palabra (llamarle “feo”) es la que crea el trauma y la identificación negativa.

Mensaje, vehículo: estos seres de tierra, agua y aire son considerados portadores de mensajes entre cielo y tierra, entre un plano y otro; llevan el carro solar, o a los propios dioses, y son vehículos chamánicos (para el viaje del alma). Por esto mismo también tienen funciones de aviso, advertencia. Y representan la divinidad, el estadio espiritual superior, sagrado.

Unión de contrarios: pueden representar lo masculino, lo femenino o la unión de ambos. Y, en general, la armonía de los opuestos, el “mercurio filosófico”. Se relacionan con la alquimia y la transmutación, con el proceso de transformación y el sentido del destino (como se expresa en el juego de la oca, y también en este cuento, que es un viaje de transmutación).

Los cisnes son símbolos de belleza, de pureza, de elegancia; el patito pasa por su opuesto, el hechizo de la fealdad y la torpeza, antes de poder alcanzar su verdadero ser en estado puro.

Vida/muerte y canto (espíritu): así pues, los cisnes son animales de vida y de muerte, y del ciclo que se completa. El cisne es vehículo del último viaje, del viaje al más allá. Canta al morir, llama al espíritu, en su canto se unen deseo y muerte. El grito del anhelo del patito feo al reconocerse en los cisnes es también este grito del alma. Casi al final, este deseo le aproxima a la muerte, está dispuesto a dejarse matar por los cisnes. Y esta entrega es la que le permite ir más allá, a una conciencia nueva en la que se reconoce como es: cisne.

Según E. Drewermann5, el pato representa la posibilidad de vencer a la misma muerte, de integrarse en la totalidad de modo que la muerte queda anulada. Es, por tanto, una invitación a ir más allá de los límites de la experiencia individual y de vincularse con la pertenencia al todo.

¿Qué me encuentro, entonces, después de este recorrido?. Que el patito hechizado sostuvo, pese a todo, su vínculo con la esencia (la naturaleza instintiva); atravesó las penalidades de la existencia, superó las limitaciones de su ego y fue transmutado. Llegó a ser lo que realmente era en medio de otros. Todo este proceso es un tanto paradójico: algo ha de morir para poder alcanzar el reconocimiento pleno del propio ser, y aun así es una muerte que va más allá de la misma muerte, que devuelve la conexión con la vida. Este relato me trae a la experiencia humana, al misterio de vivir (y de vivir con una forma determinada, encarnada). Para mí es un signo de esperanza. Una invitación a no abandonar el anhelo profundo, la búsqueda del alma; a confiar en aquello que nos convoca más allá de las dificultades, de las apariencias. Un recordatorio de que el verdadero ser está más allá de nuestro ser concreto… y de que es posible experimentarlo.

Dimensión experiencial: el taller “El patito feo”

¿Y qué ha resultado de todo esto? Pues un taller de cuentoterapia aplicada. Esta fue mi manera de recuperar el sentido del patito feo y darle una forma de expresarse y ser compartido. El taller es una propuesta de movimiento expresivo, conciencia corporal, lectura del cuento y dinámicas de cuentoterapia. Se centra en el recorrido del patito en el exilio hasta la experiencia final de abrir las alas entre los cisnes. En este viaje se hace una importante parada al principio, en la relación con la madre ambivalente del patito; y se dirige a reconocer y honrar a la madre tal como es. También pasamos por los episodios del exilio y las emociones que las acompañan; y vamos leyendo otros cuentos relacionados con éste. Cerca del cierre hay un importante trabajo de renuncia y perdón; y finalmente, las alas están disponibles para salir y volar.

Bibliografía:

1 A. M. Matute, prólogo a La sombra y otros cuentos, Alianza 1984, pág. 11

2 C. Naranjo, El niño divino y el héroe, Editorial La Llave, Desclée de Brouwer, 2014

3 Cyrulnik, B., Los patitos feos, Gedisa, 2002

4 C. Pinkola Estés, Mujeres que corren con los lobos, Ediciones B, 2001

5 E. Drewermann, Rapunzel, Rapunzel, lass dein Haar herunter, Deutsche Taschenbuch Verlag, 1992

Por orden de aparición, las imágenes que ilustran este artículo son: grabado inspirado en un dibujo del artista danés Vilhelm Pedersen para la primera edición de “El patito feo“; portada de una edición colombiana de “El patito feo” (2016), ilustrada por Daniela Gallego; y la bailarina rusa Natalia Makarova interpretando el papel principal en el ballet El lago de los cisnes.

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